"COMPORTAMIENTO: LA ACTITUD + LA APTITUD = ALTITUD (Parte.1)"
Pocas personas son lógicas; casi todos tenemos prejuicios e ideas preconcebidas; casi todos nos hallamos cegados por dichas ideas, por lo celos, sospechas, temores, envidia, etc… En su mayoría las personas no quieres cambiar de idea acerca de su religión, su manera de vestir, su partido político… así que si usted acostumbra a decir a los demás que se equivocan lea el siguiente párrafo que ilustra muy bien el profesor James Harvey Robinson en el que aparece en su libro “La mete en proceso”.
A veces notamos que vamos cambiando de idea sin resistencia alguna, sin emociones fuertes, pero si se nos dice que nos equivocamos nos enoja la imputación, y endurecemos el corazón, somos increíblemente incautos en la formación de nuestras creencias, pero nos vemos llenos de una ilícita pasión por ellos cuando alguien se propone privarnos de su compaña.
Es evidente que lo que nos resulta caro son las ideas mismas, sino nuestra estima personal, que se ve amenazada; esa palabrita “mi” es la más importante en los asuntos humanos, y el comienzo de la sabiduría consiste en admitir todo su valor.
Tiene la misma fuerza siempre, sea se aplique a “mi comida”, “mi perro”, “mi casa”, o a “mi padre”, “mi patria”, y “mi Dios”. No solamente nos irrita la imputación de que nuestro reloj funciona mal, nuestro coche ya es viejo, sino también la de que puede someterse a revisión nuestro concepto de los canales de Marte, de la pronunciación de “Epíteto”, del valor medicinal del salicilato, o de la fecha en que vivió Sargón I…
Nos gusta seguir creyendo en lo que hemos llegado a aceptar como exacto, y el resentimiento que se despierta cuando alguien expresa duda de cualquiera de nuestras presunciones nos lleva a buscar toda suerte de excusas para aferrarnos a ellas. El resultado es que la mayor parte de lo que llamamos razonamiento consiste en encontrar argumentos para seguir creyendo en aquello en lo que ya creíamos.
Es como “la pescadilla que se muerde la cola” y así consecutivamente y simultáneamente de forma imparable como tejiendo una gigantesca “tela de araña” en la que se produce una sinergia entrelazándose por el reflejo con una subida en autoimagen-autoestima del estado anímico, físico traduciéndose en la correspondiente en obtener los tan deseados resultados.
Con tu forma de actuar en el día a día vas a diseñar tu futuro, el porvenir va a ser determinante con lo que tu hagas ahora; literalmente te puedes poner tu mismo la zancadilla en el progreso de tus aspiraciones o por el contrario avanzar poco a poco aunque de un modo firme y seguro para hacer realidad tus proyectos, aquello que va aportar a ti y a los tuyos bienestar, calidad de vida.
Vamos a coger de tipo como referencia tres edades diferenciadas, indistintamente sea para la mujer como para el hombre, para entender de un modo más fidedigno posible aquello que la persona puede dejar de ser, tener y gozar en las distintas edades que en la actualidad tenga y que a continuación relaciono:
A los 20 años cursas una carrera y suponiendo que la acabas, sea cual fuere, de no ejercer por falta de oportunidad, tienes la opción de seguir preparándote hasta encontrar una plaza vacante, ir adquiriendo otros conocimientos, idiomas, máster…
A los 30 años de continuar desempleado, para ampliar tu currículo y aumentar tus expectativas en el mercado laborar, seguir reciclándote, desarrollándolo de forma paralela si este apareciera.
A los 40 años de acumular varios Títulos, diplomas… existe la posibilidad para no quedarte inmóvil de asistir a talleres de perfeccionamiento en tu especialidad, las prácticas te ayudarán para no perder el tren, para cuando surja la ocasión en forma de oferta de empleo puedas incorporarte de inmediato ES COMO EL FUTBOLISTA QUE VA A SALTAR AL TERRENO DE JUEGO DESDE EL BANQUILLO Y ESTÁ PREPARADA AL HABER ESTADO CALENTANDO EN LA BANDA.